miércoles, 2 de noviembre de 2016

El 2 de noviembre de 1980, muere en Caracas el destacado pintor y dramaturgo Cesar Rengifo, quien utilizó la pintura y el teatro para reflejar su búsqueda de justicia social.

Nació el 14 de mayo de 1915 en Caracas, Venezuela. Cursó estudios en la Academia de Bellas Artes entre 1930 y 1935. En 1936, cuando Rómulo Gallegos se desempeñaba como ministro de Educación, consiguió una beca para especializarse en pedagogía de las artes plásticas en Santiago de Chile; para luego viajar a Ciudad México para inscribirse en la Academia de San Carlos, donde estudia las técnicas del muralismo de 1937 a 1938.

Durante su estadía en la capital mexicana, Rengifo fue influido de manera significativa por la obra de Diego Rivera, alcanzando un estilo que se apartó de la preceptiva de la Escuela de Caracas y dio relevancia al mensaje social de la pintura.

Regresa al país y realiza actividades como periodista y en 1952 funda el grupo de teatro Máscaras a la vez que desempeñó una extensa labor pedagógica y escribió alrededor de 40 piezas teatrales.

En su pieza teatral “Las torres y el viento”, sintetizó en el preámbulo para la presentación de la obra, el valor de las torres de petróleo y el viento en los pueblos donde la explotación del mineral ha cesado. He ahí para muchos venezolanos lo que quedaba del petróleo.

En 1954, con motivo del XV Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, obtuvo el Premio Nacional con su obra “La Flor del Hijo”, y también el Premio Arturo Michelena, en el Salón Oficial y en el Salón Arturo Michelena, de Valencia, respectivamente. Recibió, asimismo, los galardones “Andrés Pérez Mujica” y “Antonio Esteban Frías” en el primero de los salones mencionados

En 1954 obtuvo el Premio Nacional de Pintura y entre 1955 y 1956 realizó el vasto mural en mosaico Amalivaca, que narra el mito caribe de la creación del mundo y el cual se halla en la plaza Diego Ibarra, en Caracas. En su gestión como director de Cultura de la Universidad de Los Andes, fundó en 1959 la Escuela de Artes Plásticas de Mérida.

Por encargo de la Comisión del Sesquicentenario de la batalla de Carabobo, del Ministerio de la Defensa, realizó en 1973 el mural “Creadores de la nacionalidad”, ubicado en el Paseo de Los Próceres de Caracas.

En términos generales, la vida de César Rengifo se desenvolvió entre dos disciplinas en las que demostró por igual su talento: la pintura y el teatro. A través de las mismas intentó establecer una profunda conexión entre el sentido de las imágenes simbólicas y el fondo de la realidad del destino y la identidad del venezolano, así como sus frustraciones y esperanzas.

Como reconocimiento a su talento en este ámbito artístico, recibió en 1980 el Premio Nacional de Teatro. En 1989, sus obras completas fueron recogidas y publicadas en 8 tomos por parte de la Universidad de Los Andes. En 1995 su viuda Ángela Carrillo donó a la Biblioteca Nacional algunos de las obras originales escritas por él.
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viernes, 21 de octubre de 2016

La otra cara de Darwin

Las contribuciones de Charles Darwin (12 de febrero 1809 – 19 de abril 1882) a la ciencia y a nuestra comprensión del mundo le han valido su hueco en la historia. Padre de la teoría de la selección natural, consiguió gracias a su gran capacidad de observación y análisisdocumentar la idea de la evolución de las especies. Tiene calles y plazas a su nombre, pero, ¿sabemos todo sobre Darwin? Descubrimos la cara más desconocida del prestigioso científico.
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Darwin escribió un detallado diario geológico que le ayudó a desarrollar sus teorías sobre la evolución. Crédito: George Richmond

Médico y sacerdote frustrado

Antes de acabar dedicándose a la investigación científica, Darwin estuvo muy cerca de otras profesiones. Por petición de su padre ingresó en 1825 en la prestigiosa Universidad de Edimburgo para estudiar medicina. Sin embargo no consiguió apasionarse ni por las lecturas, que consideraba aburridas, ni por la cirugía, que le parecía angustiosa. Después de dos cursos frustrados, abandonó la medicina y, en 1828, su padre, empeñado en que su hijo no se quedará ocioso, le convenció para iniciar una carrera eclesiástica en el Christ’s College de Cambridge.
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La Universidad de Edimburgo en 1827, período en el que Darwin estudió allí. Crédito: Departamento de prensa de la Universidad de Edimburgo.
Paradójicamente, fue en esta institución donde se produciría la casualidad que llevó a Darwin a convertirse en una gran figura científica. En el Christ’s College, Darwin asistía de forma voluntaria a las clases del botánico y entomólogo John Henslow, de quien se convirtió en seguidor y amigo. Terminó sus estudios eclesiásticos en 1831. Ese mismo año, nada más volver de una expedición geológica en Gales, Darwin recibió una carta del reverendo Henslow en la que le proponía la posibilidad embarcarse en elBeagle como naturalista con el capitán Robert Fitzroy y acompañarle en un viaje alrededor del mundo. Las consecuencias de esta carta ya están en la historia.

Obsesionado con las listas

“Casarse: hijos (si Dios quiere), compañía constante, un hogar. No aprender francés, ni ir a América, ni montar en globo. No casarse: libertad para ir donde quieras, no estar obligado a visitar a parientes. Nadie se ocupará de uno durante la vejez”. Así rezaba la libreta de notas de Darwin en 1838: dividida en dos columnas con una docena de razones a cada lado, el célebre científico analizaba las ventajas y los inconvenientes de casarse con su prima Emma Wedgwood. La conclusión se encuentra justo debajo: “Casarse”. Para después, pasar rápidamente a la siguiente disyuntiva: “¿Cuándo? Pronto o tarde”, junto a una nueva lista de razones. Este episodio ilustra a la perfección el extremo pensamiento analítico que Darwin desarrolló a lo largo de toda su vida.
Como marido recopiló cada gasto familiar y, a pesar de su buena situación económica, realizaba propósitos de nuevo año para conseguir pequeños ahorros. Como padre, anotaba cuando lloraban o se ruborizaban sus hijos. Pero, la lista más importante de su carrera la escribió mucho antes, con 22 años, y contenía solo ocho puntos. En ella resumía todas las razones de su padre para no dejarle embarcar a bordo delBeagle, en la expedición que le convertiría en científico. Finalmente fue su tío Josiah Wedgewood —más tarde, también suegro— y sus contra-argumentos quienes ganaron la batalla: apostaba por la aventura.

Enfermo crónico

Algo bastante desconocido de Darwin sonlos problemas de salud que sufrió a lo largo de toda su vida adulta. Una inusual combinación de síntomas que lo dejaba debilitado durante largos períodos de tiempo. Sin embargo, Darwin llegó a creer que esta debilidad física le ayudaba en su trabajo: “Estar enfermo, como he pasado varios años de mi vida, me ha salvado de las distracciones de la sociedad y el entretenimiento”. Los primeros signos empezaron durante su época como estudiante de medicina en Edimburgo, cuando Darwin ya se consideraba demasiado sensible a la sangre y a la brutalidad de la cirugía del siglo XIX.
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Darwin tuvo serios problemas de salud a lo largo de toda su vida adulta. Crédito: Wikimedia Commons.
Aunque no se lo dijo a nadie para que no le prohibieran ir a la expedición, Darwin comenzó a sufrir dolor de pecho y palpitaciones cardíacas el mismo día que debía embarcar en el Beagle. Los siguientes cinco años de recorrido por el mundo estuvieron marcados por múltiples jaquecas. Una vez de vuelta en Inglaterra los síntomas siguieron: desde insomnio, vómitos y cólicos hasta ansiedad y espasmos. No le funcionó ningún tratamiento convencional de la época y todavía hoy se especula sobre cuál podría ser la enfermedad que estaba detrás de tan variados signos. Algunos expertos aducen a una intolerancia ortostática, una disfunción del sistema nervioso que ocurre mientras el individuo está de pie.

Pasión por los percebes

Después cinco años de observación científica a bordo del Beagle, Charles Darwin llega en 1836 a Inglaterra con las ideas que más adelante lo convertirían en uno de los científicos más reconocidos de la historia: la transmutación de las especies y la evolución por selección natural. Pero cuando terminó de escribir los cuadernos de viaje, Darwin decidió no seguir desarrollando esas grandes ideas, sino dedicarse a una de sus verdaderas pasiones: los percebes. Este hobby no era nuevo; ya en su período universitario Darwin dejó de lado las lecturas de medicina para volcarse en el estudio de los invertebrados marinos. Pero en esta ocasión se dedicó de forma exclusiva alos crustáceos cirrípedos: durante ocho años, de 1846 a 1854, cada día diseccionaba, clasificaba y escribía sobre diferentes especies de percebes.
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Muestras de percebes y la lista manuscrita de Darwin. Crédito: Museo de Historia Natural de Dinamarca.
Aunque se suele hablar de esta etapa como una distracción de su trabajo, lo cierto es que los cuatro libros que publicó sobre esta temática lo convirtieron enuna figura muy reputada en la comunidad zoológica británica. Además,esta investigación fue un componente clave para la elaboración de El origen de las especies. Estudiar con tal profundidad un grupo de organismos, tanto en su forma viva como fosilizada, le permitió observar y entender cómo la diversidad de una misma especie se había desarrollado a lo largo del tiempo.

Detective geológico

Aunque la fama de Darwin se debe, principalmente, a su labor como biólogo y naturalista, lo cierto es que el científico desarrolló muchas otras facetas y alguna, como la geología, con igual ahínco. Los cinco años en el Beagle le sirvieron de inspiración para concebir la idea de la transmutación de las especies, pero también lo convirtieron en un eminente geólogo. Darwin escribió un detallado diario, del que todavía hoy conservamos 145 entradas, sobre los fósiles que iba encontrando durante sus expediciones en Brasil, Chile, las Islas Galápagos, Tahití… Estas exhaustivas observaciones, además de hacerle famoso, le ayudaron a concebir su teoría de la selección natural.
Los numerosos fósiles que encontró en Sudamérica de una misma especie (de armadillos y de perezosos), pero repartidos en distintos lugares y procedentes de diferentes períodos de tiempo le llevó a preguntarse: ¿por qué unas especies se extinguían y después, en el mismo lugar, vivían otras semejantes? La explicación que desarrolló después de observar en distintos lugares fósiles de la “misma” criatura es que ambos animales, similares, pero no idénticos, habían surgido con modificaciones de ancestros comunes. Pero, si había sido Dios quien había creado cada especie de forma independiente y en sitios diferentes, ¿cómo podía ser así? “Las especies se adaptan y ajustan su raza en un mundo que cambia”, se respondió el propio Darwin en 1837, cuando el estudio de los pinzones, los fósiles y los percebes ya apuntalaban su teoría.

Coleccionista de escarabajos

Ya de niño, Darwin tenía una gran curiosidad por la naturaleza. Cuando comenzó en la escuela de su pequeña ciudad natal, Shrewsbury, ya tenía un interés especial por la historia natural que le llevaba a coleccionar todo tipo de rocas, hojas, insectos… Lo especial de Darwin fue que —al contrario que muchos adultos— mantuvo esa curiosidad toda la vida. En el Christ’s College de Cambridgese sumó a la moda de recolección de escarabajosuna fiebre competitiva que se extendía por todo el país y de la que había incluso hasta concursos nacionales.Algunos de los descubrimientos que hizo entonces fueron publicados por la enciclopedia de Ilustraciones Stevens de la entomología británica.
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Darwin descubrió una especie nueva de escarabajo, la Darwinilus sedaris, en 1832. Crédito:Macroscopic Solutions.
Durante su expedición en el Beagleencontró siempre la oportunidad de seguir coleccionando estos animales. De hecho, un reciente estudio ha declarado que uno de los escarabajos que Darwin encontró en 1832 en la costa argentina de Bahía Blanca era una nueva especie, a la que 182 años después han apodadoDarwinilus sedarisi. “Cuando oigo hablar sobre la captura de escarabajos raros, me siento como un viejo caballo de guerra que de repente oye el sonido de una trompeta”, declaró el científico.
Por Beatriz Guillén para Ventana al Conocimiento

jueves, 15 de septiembre de 2016

El pentaquark, la última pieza del puzle subatómico

La nueva ronda de experimentos del acelerador LHC arrancó en 2015 buscando partículas en los límites de la física teórica. Y durante el pasado verano, el laboratorio europeo de física de partículas CERN anunció el descubrimiento del pentaquark, una nueva y exótica partícula cazada con los datos obtenidos en la primera ronda del LHC (2010-1013), cuya existencia ya fue predicha hace más de 50 años porMurray Gell-Mann.
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Murray Gell-Mann en 2012. Crédito: Melirius
En 1964 Gell-Mann resolvió el complejo puzle de las partículas subatómicas con su modelo estándar, que le valió el premio Nobel de Física en 1969. Con él explicaba la naturaleza de las partículas entonces conocidas y apuntaba la posibilidad de partículas más complejas y exóticas, como la recién descubierta. Desde entonces, el pentaquark era solo una hipótesis. Pero ahora que ya parece una realidad, los científicos confían en que su estudio permita entender mejorlas estrellas de neutrones y la interacción nuclear fuerte (una de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza).
De momento, el pentaquark es ya la nueva pieza del rompecabezas de Gell-Mann. «En los años 50 se detectaron muchas partículas nuevas que nadie sabía como clasificar y mi único deseo era resolver aquel puzle», explicó una vez el físico, que cumplió 86 años el pasado 15 de septiembre. Murray Gell-Mann quería poner orden en el zoo de partículas subatómicas que los físicosdescubrieron después de romper el átomo.

¿SABÍAS QUÉ …?
Murray Gell-Mann tomó prestado el nombre “quark” de una novela de James Joyce, “Finnegan’s Wake”:
Three quarks for Muster Mark!  
Sure he has not got much of a bark
And sure any he has it’s all beside the mark.
En este contexto, “quark” es una onomatopeya que representa el graznido de una gaviota. Eso encaja perfectamente con lo que Gell-Mann buscaba: una palabra sin sentido ni ortografía definida. Además, el número tres del texto de Joyce encajaba con que los quarks se agrupan de tres en tres para formar bariones (como los protones y neutrones).

En los años siguientes, cientos de nuevas formas de materia sembraron un excitante desconcierto entre los científicos. Pero cuando el físico judío comenzó a plantear su modelo, se tuvo que enfrentar a muchas reticencias y su sugerencia de que los protones y los neutrones debían estar compuestas por un nuevo tipo de partículas, a las que llamó quarks, no gustó a todos.

‘Quarks’, unas partículas aún más elementales

Había tres motivos fundamentales que hacían recelar a algunos de las nuevas partículas propuestas por Gell-Mann. Por un lado, se creía que los protones y los neutrones eran partículas elementales, es decir, que no estaban compuestas por otras partículas más pequeñas. Por otro lado, los quarks están permanentemente atrapados dentro de otras partículas y no se pueden encontrar en solitario. Y, por último, todo el mundo creía que la carga eléctrica debía ser entera, los electrones tienen carga -1 y los protones +1, mientras que los quarks debían tener cargas fraccionarias (1/3, 2/3, etc.).
Sin embargo, Murray demostró que tenía razón y gracias a su trabajo, y el de otros muchos investigadores, se pudo desarrollar lo que hoy se conoce comomodelo estándar de partículas. Gracias a esta teoría, no solo se consiguió clasificar y ordenar todas aquellas nuevas partículas, sino que se estableció un marco que predecía qué partículas podían existir, de entre todas las combinaciones que se podían realizar con los seis tipos de quarks que establecía la teoría. Gell-Mann no solo había resuelto el puzle, sino que lo había hecho sin necesidad de contar con todas la piezas y haciendo una predicción de las piezas que aún faltaban.
A partir de ahí se decidió que a las partículas que estuvieran compuestas por dos quarks se les llamaría mesones, mientras que a las de tres quarks se les puso el nombre de bariones. A esta última categoría pertenecen, por ejemplo, los protones y los neutrones. Así, durante las últimas décadas se han ido descubriendo la mayoría de las partículas predichas por la teoría. Sin embargo, algunas de ellas están siendo difíciles de encontrar debido a su naturaleza exótica. Entre ellas, se encuentra el pentaquark.

Una rara combinación de materia y antimateria

Como su propio nombre indica, el pentaquark está formado por 5 quarks, algo bastante exótico si tenemos en cuenta que la mayoría de las partículas observadas están compuestas por 2 o 3 quarks. Como ya hemos dicho, el propio modelo estándar establece una serie de normas para formar partículas a través de los quarks. Si seguimos estas normas, una de las combinaciones a priori más probable es la de que esté formado por cuatro quarks y un antiquark.
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Dos posibilidades de agrupación de cinco quarks: un pentaquark (izquierda) o una “molécula” mesón-barión, Crédito: Headbomb, Smurrayinchester
Esta es precisamente la combinación quese detectó el pasado mes de julio en el gran acelerador de hadrones del CERN. Los científicos han detectado una partícula que cuadra bastante bien con lo que se espera de un pentaquark. Para detectarlo, los investigadores estudiaron la desintegración de una partícula que puede romperse de varias formas diferentes. Una de las posibilidades es que se desintegre en un pentaquark más otra partícula y los datos han mostrado, sin lugar a dudas, que efectivamente se ha producido una desintegración de este tipo. Sin embargo, aún no se sabe si dicha partícula es realmente un pentaquark o una “molécula” formada por un barión, con tres quarks unidos por un lado, y un mesón, con una pareja de quark y antiquark por otro. Lo curioso del caso es que este descubrimiento se ha producido de forma accidental, ya que el experimento donde se ha observado no está originalmente diseñado con este propósito.
Casualidades o no, parece que, más de cinco décadas después, los experimentos vuelven a darle un poco más la razón a Gell-Mann. Quizás por eso este físico dijo en su día, parafraseando a Newton, que si había visto «más allá que los demás, es porque estaba rodeado de enanos». Cualquiera podría pensar que tras esta frase se esconde una personalidad egocéntrica e incluso algo pretensiosa, pero la realidad es que Gell-Mann pronunció esa frase con la socarronería del que sabe que, 50 años después, sigue teniendo razón. Al fin y al cabo, nadie puede negar que gracias a él se resolvió el puzle subatómico.
Teguayco Pinto para Ventana al Conocimiento

lunes, 12 de septiembre de 2016

Ciencia hecha en pareja

Ha pasado más de un siglo desde aquel 26 de julio de 1895 en el que se casó una de las parejas más famosas y relevantes de la ciencia: Pierre y Marie Curie. Ellos inauguraron la tradición de los matrimonios que han ganado un premio Nobel. Esta lista de cinco parejas viaja, desde el siglo XVII en París hasta un laboratorio en Noruega hace apenas dos años,recogiendo las vidas de parejas unidas por el amor y la historia, pero consagradas por la ciencia.

Marie y Pierre Curie

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Pierre y Marie Curie en su laboratorio de París en 1900. Crédito: Wellcome Library
En 1894, el investigador Pierre Curie (1859-1906) y la estudiante Marie Skłodowska (1867-1934) llevaban más de un año trabajando juntos en un laboratorio de París, y él se lanzó a pedirle matrimonio. La respuesta de la polaca fue taxativa: no podía casarse con él porque debía volverse a Varsovia, a su casa. Quiso el azar —y los prejuicios de la época— que la Universidad de Cracovia le negara un puesto académico a una mujer, que ganaría después dos veces un premio Nobel. Para convencerla de que volviera a Francia después de ese rechazo, Pierre le envío una carta en la que hacía hincapié en la nueva investigación sobre el magnetismo que estaba desarrollando. El afán por el conocimiento devolvió a Marie a la capital francesa, donde comenzó su tesis doctoral sobre los curioso rayos que emitía un mineral de uranio. Un estudio que, con la colaboración de Pierre, se convertiría en 1895 en el descubrimiento de la radiactividad espontánea. La pareja se casó el 26 de julio de aquel mismo año en la localidad francesa de Sceaux.
Continuaron su investigación en un cobertizo, mal ventilado, sin ser conscientes de los efectos nocivos que tendría para ellos la exposición continuada y sin protección a la radiación. En 1898, el matrimonio anunció el hallazgo de dos nuevos elementos radiactivos:el polonio —en honor al país natal de Marie— y el radio, aunque aún tuvieron que pasar cuatro años trabajando en condiciones precarias para demostrar su existencia. Finalmente, en 1903 ganaron el Nobel de Física junto a Antoine Henri Becquerel. Marie se convirtió en la primera mujer con este galardón.
Los efectos de la recepción del Nobel resultaron abrumadores para los Curie, que se vieron convertidos en foco de la atención pública por las expectativas despertadas por los fenómenos radiactivos. La atenta mirada a la figura de los Curie siguió incluso después de que Pierre muriera atropellado por un carruaje de caballos en 1906. Así, cuando en 1911 se reveló que Marie había sostenido durante 1910 un breve romance con el físico Paul Langevin, un antiguo estudiante de Pierre que, además, estaba casado, la prensa y las revistas del corazón llegaron a tachar a la científica de “rompehogares judía extranjera”. Cuando se desató el escándalo, Curie estaba en una conferencia en Bélgica; a su regreso, se encontró con una muchedumbre enfurecida en frente de su casa y tuvo que refugiarse, con sus hijas, en la casa de un amigo.
Sin embargo, este escándalo no repercutió para que ese mismo año, la Academia Sueca le otorgara su segundo Nobel, esta vez en Química, por sus investigaciones sobre el radio y sus compuestos. La gran dama de la ciencia murió de leucemia en 1934, posiblemente a causa de la radiación a la que fue expuesta durante toda una vida dedicada a la investigación.

Frédéric Joliot e Irène Joliot-Curie

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Los ganadores del Nobel de Química en 1935, Frédéric Joliot e Irène Joliot-Curie. Crédito: James Lebenthal
La fórmula Curie pasó a la siguiente generación. Su hija Irène Joliot-Curie (1897-1956) y su marido, Frédéric Joliot (1900-1958) repitieron la hazaña 32 años después, ganando elNobel de Química. Tras la muerte de su padre, Irène parecía designada por Marie a ocupar el vacío dejado por éste y convertirse en su colaboradora. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la mayor de los Curie tenía apenas 17 años, pero su madre ya se la llevo al frente donde había desplegado una flota de sesenta unidades portátiles de rayos X, conocidas como “las pequeñas Curie”. En pocos meses, la dejó sola a cargo de una instalación radiológica de campaña, donde sola y sin ayuda, indicaba al cirujano la localización de las balas y la metralla. En 1926, ya con la paz en Francia y de vuelta en París, se casó con Frédéric Joliot, el ayudante de su madre.
Marie no encajó bien aquello. Temía que Joliot quisiera aprovecharse del apellido Curie. Era tal su desconfianza que trató de disuadir a su hija e insistió en que llegaran a un acuerdo prematrimonial para evitar que el marido controlara las propiedades de su esposa, tal y como estipulaba la ley francesa de la época. Necesitaba asegurarse que Irène sería la única que heredaría las sustancias radiactivas del Instituto Curie. Irène hizo caso omiso de los consejos maternos y Marie, durante años, siguió presentando a Frédéric como “el hombre que se casó con Irène”. Él, sin embargo, sentía una gran admiración por su suegra y no dudó en aceptar su petición, cuando ella le insistió en prepararse para ser el gran colaborador que Irène necesitaba.
La colaboración científica entre ambos se centró en el estudio de las emisiones radiactivas y así llegaron a producir de forma artificial elementos radiactivos. Durante tres años de investigación, el matrimonio trabajó en las reacciones en cadena y en 1935, ambos científicos fueron galardonados con el Premio Nobel de Química “por sus trabajos en la síntesis de nuevos elementos radiactivos”.

Gerty Theresa y Carl Ferdinand Cori

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Gerty y Carl Ferdinand Cori investigaron el metabolismo de los carbohidratos. Crédito: Wikimedia Commons
Gerty Theresa Radnitz (1896-1957) nació en una época de pocas posibilidades para las mujeres que querían ser científicas. Sin embargo, consiguió ser admitida en la Facultad de Medicina de la Universidad de Praga donde conoció a su marido y compañero de investigaciones, Carl Ferdinand Cori (1896-1984). Se casaron justo después de su graduación en 1920 y apenas dos años después emigraron a Estados Unidos. Salir de una Europa destrozada por la Primera Guerra Mundial y llegar al Roswell Park Cancer Institute, en Buffalo (Nueva York) les permitió especializarse en la investigación del metabolismo de los carbohidratos.
La pareja de checos estaba particularmente interesada en estudiar cómo se metaboliza la glucosa en el cuerpo humano y en las hormonas que regulan este proceso. En 1929, propusieron el ciclo de Cori con el que más tarde, en 1947, ganaron el Nobel de Medicina. Este ciclo describía el mecanismo por el cual el glucógeno —un derivado de la glucosa— se convierte en fuente de energía en el tejido muscular para luego ser resintetizado y almacenado en el cuerpo. Se trataba de un mecanismo clave para entender cómo gestiona la energía del organismo. El galardón de la Academia Sueca, que compartieron con el fisiólogo argentino Bernardo Alberto Houssay, convirtió a Gerty en la tercera mujer, después de las Curie, en conseguir un Nobel.
Una vez publicado su trabajo estrella, los Cori dejaron el Roswell Institute. Algunas universidades le ofrecieron una posición a Carl, pero se negaron a contratar a su esposa y Gerty tuvo que conformarse con un puesto de investigadora asociada en la Universidad de Washington. Su sueldo era la décima parte de lo que ganaba Carl. Solo meses antes de que ganara el Premio Nobel fue por fin ascendida a profesora titular, cargo que ocupó hasta que murió por mielofibrosis en 1957.

May-Britt y Edvard Moser

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Los noruegos May-Britt y Edvard Moser, después de ganar el Nobel de Medicina en 2014. Crédito: Ned Alley
Tuvieron que pasar casi 70 años para que otra pareja se alzara con un Nobel científico. Lo ganaron en 2014 May-Britt (1963) y Edvard Moser (1962), quienes descubrieron junto a John O’ Keefe el “GPS interno del cerebro” que posibilita la orientación en el espacio. Es decir, gracias a su trabajo somos capaces de entender el sistema por el cual el cerebro nos permite saber dónde estamos, dónde nos dirigimos y de qué manera almacenamos la información para poder recordar el mismo camino en el futuro.
Los Moser, que se conocieron cuando ambos estudiaban psicología en la Universidad de Oslo, retomaron la investigación que O’Keefe había realizado en 1971. El neoyorkino había descubierto los primeros componentes de ese sistema de posicionamiento interno: unas células del hipocampo que permitían la memoria espacial y la orientación. Treinta años después, la pareja noruega descubrió otro componente clave: unas células nerviosas que generaban un sistema coordinado y que permitían de forma precisa situarse en el espacio.
Después de recibir el galardón de la Academia Sueca, ambos científicos siguieron con sus carreras. May-Britt, que ya en el 2000 había sido nombrada catedrática de neurociencia, es directora del Centro de computación neuronal en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim. Mientras, Edvar, doctorado en Neurofisiología por la Universidad de Oslo, es director del Instituto Kavli de Sistemas de Neurociencia de Trondheim.

Antoine y Marie-Anne Lavoisier

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“Retrato del señor Lavoisier y su esposa” (1788). Autor: Jacques Louis David
En pleno siglo XVIII, cuando aún no había llegado el tiempo de todas las grandes parejas ganadoras del Nobel —y ni siquiera estos galardones se habían instituido todavía— surgió el primer gran dúo de la ciencia. Eran Marie-Anne Pierrette (1758-1836) y su marido Antoine Lavoisier (1743-1794), padres de la química moderna. Los Lavoisier se casaron el 16 de diciembre de 1771 y aprovecharon la dote de la muchacha, que entonces tenía 13 años, para establecer un laboratorio bien equipado donde comenzar sus estudios. Allí descubrirían el papel clave del oxígeno en la combustión y en la respiración de animales y plantas. Además, probarían con sus experimentos la Ley de Conservación de la materia —según la cual la cantidad de materia siempre es la misma al final y al comienzo de una reacción— y descubrirían que el agua está compuesta de oxígeno e hidrógeno.
Aunque Marie-Anne suele ser recordada simplemente como la esposa de Lavoisier, la realidad es que fue una pieza clave en las investigaciones. Tanto por sus conocimientos de inglés, latín y francés que le permitieron traducir documentos como el Ensayo sobre Flogisto de Richard Kirwan, con los que refutarían la teoría del autor irlandés (la propia Madame Lavoisier puntualizaba los errores químicos del trabajo); como por su habilidad para dibujar con precisión aparatos y fórmulas con los que se entenderían después los resultados y los métodos de la investigación.
La revolución científica de la pareja se ve truncada por otra de carácter político: la Revolución francesa. En noviembre de 1793 Lavoisier fue acusado y arrestado por traición junto al padre de Marie-Anne. Sus intentos de demostrar la importancia de las investigaciones de Antoine fueron inútiles: el 8 de mayo de 1794, a la edad de 50 años, Antoine Lavoisier fue guillotinado. El físico Joseph-Louis de Lagrange pronunció al día siguiente: “Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le pueda comparar”. Un año después, Marie-Anne, quien no prosiguió aquellos estudios pero publicó las memorias de la investigación, recibió una nota del nuevo Gobierno francés en la que se leía: “A la viuda de Lavoiser, quien fue falsamente condenado”.

Beatriz Guillén Torres para Ventana al Conocimiento