viernes, 26 de febrero de 2016

Atilio Boron
CAMILO TORRES: MEDIO SIGLO DE ATROCIDADES
(Por Atilio A. Boron) Las urgencias de la coyuntura y una serie interminable de compromisos políticos y académicos me impidieron subir a mi blog y publicar en FB estas pocas líneas rememorando en tiempo y forma el cincuentenario de la caída en combate del padre Camilo Torres Restrepo, acaecida el 15 de Febrero de 1966 en Patiocemento, San Vicente de Chucurí, Santander. No fue el primero ni sería el último clérigo que tomaría las armas en su afán por hacer realidad los ideales del cristianismo en Nuestra América. Sin ir más lejos Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos son los padres de la independencia de México, y hubo muchísimos sacerdotes que, antes o después, sustituyeron las homilías en el púlpito para empuñar las armas y enfrentar a un orden que se proclamaba cristiano y que era exactamente lo opuesto.
Apremiado por las circunstancias no tengo tiempo de abundar en los detalles de la vida de Camilo, y por ello agrego a continuación la estupenda nota que Gilberto López y Rivas publicara en La Jornada días atrás. Quería, eso sí, detenerme para subrayar lo siguiente: la muerte de Camilo fue un crimen que sigue consumándose, día a día, minuto a minuto. Un crimen impune, porque sus victimarios se apropiaron de su cadáver que permanece desaparecido hasta el día de hoy. La desaparición de personas, como crimen de lesa humanidad, es imprescriptible y subsiste como crimen hasta que se produzca la aparición, viva o muerta, de la víctima. Por eso decimos que es un crimen continuo, una atrocidad ininterrumpida a lo largo de cincuenta años. Camilo no descansará en paz hasta que sus restos sean devueltos a sus familiares, a sus amigos, a sus camaradas, a quienes levantaron la bandera de la liberación nacional en Colombia y respondieron positivamente a su ferviente y constante llamado a la unidad de todas las fuerzas que luchan por construir un mundo mejor.
Camilo fue un sacerdote ejemplar y, a la vez, un brillante sociólogo. Comprendió como pocos que la clave de bóveda de todo el edificio de la dominación oligárquica en Colombia se encontraba, y todavía hoy se encuentra, en el agro. Por eso su insistencia en la impostergable necesidad de la Reforma Agraria, primer punto de su “Plataforma para un Movimiento de Unidad Popular”. Y sabía también que sólo la unidad del campo popular haría posible la fundación de una nueva sociabilidad no sólo en Colombia sino en toda América Latina. Fue uno de los fundadores de la Teología de la Liberación. Se declaró “revolucionario” como colombiano, porque no puede estar ajeno a las luchas de su pueblo; como sociólogo, porque gracias al conocimiento científico que tiene de la realidad ha llegado al convencimiento de que las soluciones técnicas y eficaces no se logran sin una revolución; como cristiano, porque la esencia del cristianismo es el amor al prójimo y solamente por la revolución puede lograrse el bien de la mayoría; y como sacerdote, porque la entrega al prójimo que exige la revolución es un requisito de unidad fraterna indispensable para lograr el cabal cumplimiento de su misión.
A cincuenta años de su muerte Camilo es como las estrellas, cuya luz llega a la Tierra pese a que se extinguieron hace millones de años. Camilo fue asesinado y su cuerpo robado, pero su luz sigue presente, hoy más que nunca, iluminando las luchas emancipatorias de Nuestra América.
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LA JORNADA, 19 de Febrero de 2016
Gilberto López y Rivas
Camilo Torres: a 50 años de su caída en combate
El sacerdote católico Camilo Torres Restrepo, incorporado en las filas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cae en combate el 15 de febrero de 1966, en una región conocida como Patio Cemento, del departamento de Santander, Colombia. Su muerte ocurre cuando libra su primera acción de armas, y, paradójicamente, tras rechazar lo que consideró un trato preferente del estado mayor de la guerrilla que había decidido que “Camilo era demasiado valioso para arriesgar su vida”.
La extraordinaria biografía de Walter J Broderick, Camilo Torres Restrepo, muestra la forja de un personaje que se hizo conocer no sólo en Colombia y América Latina, sino también en el ámbito mundial como la quintaesencia “del hombre comprometido con los oprimidos de la tierra y dispuesto a sacrificar hasta su propia vida por salvarlos… Además, fue evidente que no se trataba de un curita alocado o resentido; se supo que el cura guerrillero muerto había ocupado una cátedra universitaria y que, aun después de colgar los hábitos, nunca abandonó su fe religiosa. Al contrario, cuando cayó en combate murió convencido del deber de “hacer la revolución como único camino hacia una fraternidad cristiana de verdad…”
Nada hacia vislumbrar en su niñez y juventud que su vida tomaría estos derroteros, dados sus orígenes familiares de clase acomodada de la sociedad colombiana. En Camilo, señala Broderick, “el único presagio del revolucionario del mañana fue su deseo de vincularse a un trabajo de tipo social”. Sin embargo, es muy significativo que su vocación por el sacerdocio surgiera a partir de la influencia, en el inicio de su carrera universitaria, de dos jóvenes sacerdotes franceses enviados a Colombia, Nielly y Blanchet, miembros de la orden dominica, exponentes de un catolicismo renovado y formados por la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, en la que muchos sacerdotes habían colaborado con la Resistencia antifascista y padecido las cárceles alemanas. “El mismo Jean-Batiste Nielly –indica Broderick–, como joven teniente bretón, fue prisionero de los nazis y narraba los detalles de su dramático escape. Sus episodios cautivaron a Camilo, y cuando este sacerdote hablaba del apostolado no le importaba tanto la ‘salvación de las almas’, ni siquiera la misa dominical; ponía énfasis más bien en el compromiso (l’engagement) y el testimonio (le témoignage). Su cristianismo aparecía como una aventura, un reto”.
Ya en el seminario, Camilo se distinguió de sus condiscípulos por sus frecuentes incursiones a los barrios pobres de los alrededores, en lo que él llamaba su apostolado. Ordenado en 1954, partió para Bélgica con el propósito de estudiar sociología en la Universidad Católica de Lovaina, donde fundó, en 1955, el Equipo Colombiano de Investigación Socioeconómica (Ecise), que se proponía establecer contactos con institutos de investigación, elaborar proyectos y publicar un boletín, todo ello a partir de principios redactados principalmente por Camilo, en los que se exigía una formación científica y ética que reflejara “una pureza de intención”.
Importante para su proceso de concientización política fue su conocimiento de la experiencia de los curas obreros y de los argelinos en Francia que libraban su guerra por la independencia en la misma capital del país colonizador. “Los compatriotas de París colaboraban con acciones de sabotaje, y Camilo intuyó por primera vez algo de las emociones del combatiente. Aprendió también que hasta un intelectual burgués podía cumplir una efectiva función en la lucha revolucionaria de un pueblo explotado”.
En 1959 es nombrado capellán asistente de la Universidad Nacional de Colombia, y al año siguiente funda, junto con Orlando Fals Borda, la Facultad de Sociología impartiendo clases y relacionándose activamente con la vida política universitaria y nacional, presidiendo, en 1963, el primer Congreso Nacional de Sociología que se realiza en Bogotá, en el que presenta la ponencia La violencia y los cambios socio-culturales en las áreas rurales colombianas.
En 1965, las posiciones cada vez más radicales y las constantes actividades políticas del sacerdote Camilo Torres, que le habían dado proyección nacional e internacional, lo llevaron a una confrontación directa con los poderes eclesiásticos, civiles y militares. En pleno estado de sitio, la Federación Universitaria Nacional decidió realizar un homenaje a Camilo, el 22 de mayo, en las instalaciones universitarias, donde lo esperaban miles de estudiantes y hasta el propio rector de la universidad. Ahí, Camilo pronunció un discurso memorable que recoge una de sus ideas más importantes, el llamado a la unidad de todas las fuerzas revolucionarias para combatir a la oligarquía: “Tenemos que lograr la unión revolucionaria por encima de las ideologías que nos separan. Los colombianos hemos sido muy dados a las discusiones filosóficas y a las divergencias especulativas. Nos perdemos en discusiones que, aunque desde el punto de vista teórico sean muy valiosas, en las condiciones actuales del país resultan completamente bizantinas. Como recordarán algunos amigos aquí presentes, con quienes trabajamos en la acción comunal universitaria de Tunjuelito, cuando se nos tachaba de colaborar con comunistas, yo les contestaba a nuestros acusadores que era absurdo pensar que comunistas y cristianos no pudieran trabajar juntos por el bien de la humanidad, y que nosotros nos ponemos a discutir sobre si el alma es mortal o inmortal y dejamos sin resolver un punto en que sí estamos todos de acuerdo, y es que la miseria si es mortal…
“[Asimismo], la integración con las masas es un elemento esencial a la revolución. La unión no es patrimonio nuestro, sino de los obreros y campesinos de Colombia. Ellos serán los que nos traigan la pauta, los que nos exijan, los que nos impongan la unión por encima de grupos y personalismos caudillistas.”
Estas ideas y retos continúan vigentes, al igual que el compromiso con el pueblo hasta las últimas consecuencias. Camilo Torres sigue siendo un referente para todos aquellos que, creyentes o no, se hermanan en la lucha por la justicia y “el bien de la humanidad”.

jueves, 25 de febrero de 2016

UN BOSQUE EN CADA CIUDAD

Erling Pulido / Foto: Raúl Freytez
A las ciudades se las come el asfalto y el concreto, debemos actuar para revertir el desierto en que estamos convirtiendo cada ciudad, porque ya no nos importan los árboles. Los patios de nuestras casas ahora son de cemento, porque pensamos que la tierra es sucia, pero nos quejamos del calor, el sol que nos quema la piel, la poca lluvia...
Naranjas, guayabas, mangos y guanábanas endulzaban el paladar de chicos y grandes.
Naranjas, guayabas, mangos y guanábanas endulzaban el paladar de chicos y grandes.
Cuando era un jovencito, en casa de mi abuela y antes de mudarnos a Banco Obrero, detrás del Terminal Viejo de San Felipe, a la hora del almuerzo, mi abuela, "Nanana" (Ana de Monasterio) me decía: “móntese en el naranjo y baje cinco naranjas para hacer el jugo”.
En el lugar había tres naranjos, un guanábano, un guayabo y en el patio central un mango jardín. Además en las bodegas de Pedro Yánez, Julián Alejos y Pedro Cortés vendían cambures, aguacates, mangos, mamones, guayabas, guanábanas, plátanos, lechosas y cocos, entre muchos frutos de exquisito aroma y sabor, dependiendo de las cosechas en el año.
La Green Spot, Cola Dumbo y la Chicha A1 eran los refrescos de moda.
La Green Spot, Cola Dumbo y la Chicha A1 eran los refrescos de moda.
Olvidamos a los árboles
En la casa de José y María Luisa de Hernández vendían suero, queso, nata y requesón. Pero un día se apareció un vendedor ofreciendo “Coca Cola” por gaveras que costaban cinco bolívares; cada botellita a locha (0,125 céntimos) y la gavera de madera vacía por un realito que se compraba una sola vez. Para la segunda compra solo se pagaba Bs. 4,50.
Bueno, la realidad es que era más fácil ir a la nevera y destapar un refresco, por lo que olvidamos los árboles que por abandono, tristeza y vejez fueron muriendo, poco a poco. Era como estar “fuera de moda” eso de comprar cambures y comer frutas, por lo que llegábamos a la bodega pidiendo “una Green spot, por favor, que tengo mucho calor”.
La linda ciudad de San Felipe se está quedando desolada de naturaleza, porque ya no nos importan los árboles. (Foto: Raúl Freytez)
La linda ciudad de San Felipe se está quedando desolada de naturaleza, porque ya no nos importan los árboles. (Foto: Raúl Freytez)
Bosque urbano
Recientemente cuando vimos la hermosa fotografía aérea de la ciudad de San Felipe, que tomó el poeta y amigo de todos licenciado Raúl Freytez, Cronista de San Felipe, nos percatamos que nuestra aún linda ciudad de San Felipe se está quedando desolada de naturaleza, porque ya no nos importan los árboles; los patios de nuestras casas ahora son de cemento, porque pensamos que la tierra es sucia, pero nos quejamos del calor, el sol que nos quema la piel, la poca lluvia, la sombra de las casas y edificios que no es fresca como la de los árboles y, de paso, un aguacate, por ejemplo cuesta más Bs 150 y hasta más, al igual que el cambur y otras frutas que son más caras, casi inalcanzables para el bolsillo de muchos venezolanos.
A las ciudades se las come el asfalto y el concreto, debemos actuar para revertir el desierto en que estamos convirtiendo cada ciudad, debemos repoblar con árboles autóctonos cada municipio haciendo un bosque de cada ciudad. Por todo esto está naciendo “A.C. Bosque Urbano” al que te pedimos te unas, estés donde estés, para combatir la desertización, la sequía, el calor, la poca o mucha humedad, las temperaturas extremas, y finalmente podamos salir a nuestros patios a tumbar al menos cinco naranjas.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Prohibido girar alrededor del Sol

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Galileo Galilei (1564-1642), por un pintor italiano desconocido. Crédito: Wellcome Images
Eppur si muove (y pese a todo, se mueve). Es una de las citas más famosas de la historia de la ciencia, aunque es dudoso que el astrónomo italiano Galileo Galilei (15 de febrero de 1564 – 8 de enero de 1642), a quien se le atribuye, llegara jamás a pronunciarla. Y menos ante la Inquisición que le obligó a retractarse de su teoría heliocéntrica. Pero la aparición de estas palabras camufladas en un retrato de Galileo pintado por la Escuela de Murillo tras la muerte del científico las ha incorporado al acervo popular, fundando la idea de que el eminente astrónomo nunca renunció a su convicción.
Galileo fue condenado por su teoría de que la Tierra giraba en torno al Sol, y no al contrario; una idea que el 24 de febrero de 1616 la Inquisición de la Iglesia Católica declaró“formalmente herética”, además de “ridícula y absurda en su filosofía”. El heliocentrismo se había convertido en materia de discusión teológica a raíz de la obra de Galileo Sidereus Nuncius (Mensajero sideral), publicada en 1610. En ella el astrónomo aportaba sus observaciones telescópicas para apoyar la hipótesis heliocéntrica; una idea que, sin embargo, llevaba circulando en los tratados celestes durante casi un siglo.
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Galileo frente a la Santa Inquisición. Autor: Cristiano Banti (1857)
El heliocentrismo fue un planteamiento acariciado desde la antigüedad, atribuyéndose su primera formulación en el mundo occidental al matemático griego Aristarco de Samos en el siglo III antes de Cristo. Sin embargo, fue el polaco Nicolás Copérnico quien en 1543 refutó el sistema geocéntrico de Ptolomeo en su libro De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), publicado poco antes de su muerte y que originó otra expresión prestada de la ciencia a la lengua popular: el giro copernicano. Pero aunque la obra de Copérnico se considera fundacional de la ciencia astronómica, curiosamente en su día la teoría copernicana no levantó los recelos de la Iglesia Católica, que la contemplaba como una hipótesis matemática y no como un fenómeno físico real.
Fue Galileo quien transformó el heliocentrismo en una explicación de la naturaleza, al lograr una observación del firmamento inédita hasta entonces gracias a su invención en 1609 delprimer telescopio funcional. Entre otras razones, las cuatro lunas de Júpiter descubiertas por Galileo refutaban la idea de que todos los cuerpos celestes giraban alrededor de la Tierra como centro del universo, y las fases de Venus sugerían que este planeta orbitaba en torno al Sol. La defensa del heliocentrismo como una idea práctica comenzó a incomodar a la Iglesia Católica, que mantenía la interpretación literal de la Biblia según la cual la Tierra es inmóvil, mientras que el Sol sale y se pone.
Pero de hecho no fue la publicación de la obra de Galileo lo que comenzó a suscitar la reacción de la Iglesia, sino una carta que el astrónomo envió en 1613 a su antiguo alumnoBenedetto Castelli, y en la que sugería que la interpretación de la Biblia debía ser flexible y no contradecir las observaciones de la naturaleza. En febrero de 1615, una copia de la carta llegó a manos de la Congregación del Santo Oficio, que el 19 de febrero del año siguiente convocaba una comisión de teólogos para dictaminar sobre las afirmaciones de Galileo. Seis días después, la comisión publicaba su veredicto, ordenando a Galileo mediante un requerimiento que abandonara su “opinión de que el Sol se sitúa en el centro del mundo y la Tierra se mueve”, y que se abstuviera de “sostenerla, enseñarla o defenderla de cualquier manera, oralmente o por escrito”. De otro modo, proseguía el documento, el Santo Oficio emprendería “procedimientos contra él”. Según precisa el acta del dictamen, Galileo “accedió a este requerimiento y prometió obedecer”.
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Escenografía del sistema mundial copernicano. Autor: Andreas Cellarius (1661)
A raíz de aquel episodio la Iglesia prohibió las obras de Copérnico y Galileo. Sin embargo, en 1632 el italiano se ratificaba en sus ideas en su obra Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo, lo que le llevó a ser juzgado por la Inquisición. El 22 de junio de 1633 el astrónomo era condenado por herejía y sentenciado a prisión indefinida, lo que le llevó aabjurar de sus ideas por escrito y a dar pie a la leyenda de la frase que difícilmente llegó a pronunciar. Al día siguiente su pena fue conmutada por un arresto domiciliario. La prohibición de las obras de Copérnico y Galileo se mantuvo hasta 1835, y no fue hasta 1992 cuando el Papa Juan Pablo II reconoció “el error de los teólogos de la época”, precisando que “a la Biblia no le conciernen los detalles del mundo físico, cuya comprensión es competencia de la experiencia y el razonamiento humanos”.
Sin embargo, para el jesuita y astrónomo George Coyne, antiguo director del Observatorio Vaticano, la declaración de Juan Pablo II perpetúa “un mito” al referirse al caso de Galileo como una “trágica incomprensión mutua”. “Es un caso histórico genuino de un contraste real y continuado entre una estructura eclesiástica de autoridad intrínseca y la libertad para buscar la verdad en cualquier empeño humano”, valora Coyne para OpenMind. Según el astrónomo, no se ha reconocido explícitamente la “tragedia” que supuso poner fin a la carrera del que fue “un pionero de la ciencia moderna”.
Galileo murió en 1642, ciego a causa de un glaucoma y aún en arresto domiciliario. ¿Eppur si muove? Lo cierto es que nunca rompió su juramento. Poco antes de morir, escribió: “La falsedad del sistema copernicano no debería ponerse en duda de ninguna manera, y sobre todo no por nosotros católicos, que tenemos la innegable autoridad de las Sagradas Escrituras, interpretadas por los mejores teólogos”. Pero también añadió: “Si las observaciones y conjeturas de Copérnico son insuficientes, las de Ptolomeo, Aristóteles y sus seguidores son en mi opinión aún más falsas”.
Javier Yanes para Ventana al  Conocimiento
La Orquídea FLOR DE MAYO (Flor Nacional de Venezuela)
ERLING S. PULIDO P.
El 23 de mayo de 1951, por resolución conjunta de los Ministerios de Educación y de Agricultura y Cría se eligió la orquídea “Flor de Mayo” como la “Flor Nacional de Venezuela”, “por sus notables cualidades y por su diversidad de formas, tamaños y lindos colores que le imprimen excepcional belleza, a lo cual se le agrega que es una flor genuinamente nacional”, según dice esta declaración oficial.
La “Flor de Mayo” (Cattleya mossiae Hook) pertenece a la clase de las monocotiledóneas y a la familia botánica de las orquídeas, las cuales constituyen uno de los grupos botánicos más numerosos de las fanerógamas entre las que existen unas 25.000 especies aproximadamente. En estas plantas que dan flores de colores muy variados y de llamativos contrastes entre los pétalos, los sépalos y el labelo, son frecuentes las combinaciones de blanco-violeta, amarillo y rojo, rosado y amarillo, etc.
Sus flores llegan a medir en algunas especies hasta 25 centímetros, por su exótica belleza han estimulado el interés de coleccionistas, orquideólogos, horticultores, floricultores y diferentes artistas que han visto en ellas su gran valor comercial y han contribuido a su disminución, hasta casi su extinción en algunas regiones.
La mayoría de las orquídeas, entre ellas la “Flor de Mayo” frecuentemente se les denomina como “parásitas”, terminología carente de veracidad porque las orquídeas son epíferas, terrestres o saprofíticas, pero nunca parasitas. Este error proviene porque la mayoría de ellas viven sobre troncos o ramas de los árboles y las personas las asocian con el parasitismo.
Los símbolos de nuestra patria Venezuela son La Bandera, el Escudo de Armas y el Himno Nacional, pero también lo constituyen el pájaro “Turpial” de fino canto, belleza y altivez, el árbol “Araguaney”, con sus doradas flores que imitan al sol y al oro de nuestro suelo y La Orquídea “Flor de Mayo”, la más bella y exótica de las flores tropicales.