Alfred Nobel patenta la nitroglicerina como explosivo.
Historia
La Nitroglicerina fue descubierta por el químico italiano Ascanio Sobrero en 1847, trabajando en la Universidad de Turin. En 1867, el químico Alfred Nobel (1833-1896) creó la dinamita al absorber la nitroglicerina en una materia porosa e inerte (como el sílice, el polvo de ladrillo, la arcilla seca, el yeso, el carbón, etc.).
Cuando Alfred Nobel inventó la dinamita, la cual es más segura, disminuyó el uso de la "nitro" (como también se le llama) para ser reemplazada por el nuevo invento.
La nitroglicerina fue el primer explosivo práctico con mayor potencia que la pólvora negra.
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Una explosión había dejado marcada la cara del químico italiano Ascanio Sobrero en 1840. Fue en París, en el laboratorio de Théophile-Jules Pelouze, mientras estudiaba la acción del ácido nítrico sobre diversas sustancias y analizaba algunos explosivos que así se obtenían, como la nitrocelulosa. Otro miembro de esa familia es la nitroglicerina (1,2,3-trinitroxipropano), que él mismo descubriría en 1847. La denominó piroglicerina, y advirtió que era imposible manejarla con seguridad. De hecho, mantuvo el hallazgo en secreto durante un año.
A sus diecisiete años, el sueco Alfred Bernhard Nobel tenía aficiones literarias, pero había decidido dedicarse a la química. De hecho, viajó a París en 1850 a estudiar con Pelouze. Desde allí, contactó con Ascanio Sobrero. Nobel intentó domar la peligrosa sustancia, primero en San Petersburgo (Rusia), donde el padre de Alfred había montado una factoría de maquinaria y minas que quebraría poco después, y luego en Suecia.
Una semana antes de cumplir los treinta, el 14 de octubre de 1863, obtuvo la patente de un procedimiento para que aquel aceite explosivo actuara de manera controlada. En 1864, su hermano Emil y varios trabajadores fallecieron como consecuencia de una detonación en la fábrica de armamento que los Nobel poseían en Estocolmo, lo que estimuló aún más su determinación de llegar a dominar el compuesto.
Este se obtenía por la acción de ácido nítrico sobre glicerina, añadiendo ácido sulfúrico. Se trata de un líquido denso y oleoso, muy semejante a la glicerina, aunque algo amarillento. Parece inofensivo, pero puede estallar con solo agitarlo, y lo hace de modo muy potente. Y es que al descomponerse libera gran cantidad de gases. Dos moléculas de nitroglicerina dan lugar a diecisiete gaseosas, lo que significa que 454 gramos generan 380 litros de gases a presión y temperatura ambiente. En 1867, Nobel logró estabilizarla haciendo que se absorbiera en tierra silícea de diatomeas. La patente del explosivo le hizo muy rico con solo cuarenta años de edad.
La nitroglicerina se utiliza también como vasodilatador en algunas dolencias cardiacas, un efecto que William Murrell ya describió en 1879. El propio Alfred Nobel, al que le fue prescrita mes y medio antes de su muerte, el 10 de diciembre de 1896, escribió: “¡Es irónico que me hayan recetado nitroglicerina por vía interna! La llaman trinitrina, para no meter miedo a la gente”.
Historia
La Nitroglicerina fue descubierta por el químico italiano Ascanio Sobrero en 1847, trabajando en la Universidad de Turin. En 1867, el químico Alfred Nobel (1833-1896) creó la dinamita al absorber la nitroglicerina en una materia porosa e inerte (como el sílice, el polvo de ladrillo, la arcilla seca, el yeso, el carbón, etc.).
Cuando Alfred Nobel inventó la dinamita, la cual es más segura, disminuyó el uso de la "nitro" (como también se le llama) para ser reemplazada por el nuevo invento.
La nitroglicerina fue el primer explosivo práctico con mayor potencia que la pólvora negra.
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Una explosión había dejado marcada la cara del químico italiano Ascanio Sobrero en 1840. Fue en París, en el laboratorio de Théophile-Jules Pelouze, mientras estudiaba la acción del ácido nítrico sobre diversas sustancias y analizaba algunos explosivos que así se obtenían, como la nitrocelulosa. Otro miembro de esa familia es la nitroglicerina (1,2,3-trinitroxipropano), que él mismo descubriría en 1847. La denominó piroglicerina, y advirtió que era imposible manejarla con seguridad. De hecho, mantuvo el hallazgo en secreto durante un año.
A sus diecisiete años, el sueco Alfred Bernhard Nobel tenía aficiones literarias, pero había decidido dedicarse a la química. De hecho, viajó a París en 1850 a estudiar con Pelouze. Desde allí, contactó con Ascanio Sobrero. Nobel intentó domar la peligrosa sustancia, primero en San Petersburgo (Rusia), donde el padre de Alfred había montado una factoría de maquinaria y minas que quebraría poco después, y luego en Suecia.
Una semana antes de cumplir los treinta, el 14 de octubre de 1863, obtuvo la patente de un procedimiento para que aquel aceite explosivo actuara de manera controlada. En 1864, su hermano Emil y varios trabajadores fallecieron como consecuencia de una detonación en la fábrica de armamento que los Nobel poseían en Estocolmo, lo que estimuló aún más su determinación de llegar a dominar el compuesto.
Este se obtenía por la acción de ácido nítrico sobre glicerina, añadiendo ácido sulfúrico. Se trata de un líquido denso y oleoso, muy semejante a la glicerina, aunque algo amarillento. Parece inofensivo, pero puede estallar con solo agitarlo, y lo hace de modo muy potente. Y es que al descomponerse libera gran cantidad de gases. Dos moléculas de nitroglicerina dan lugar a diecisiete gaseosas, lo que significa que 454 gramos generan 380 litros de gases a presión y temperatura ambiente. En 1867, Nobel logró estabilizarla haciendo que se absorbiera en tierra silícea de diatomeas. La patente del explosivo le hizo muy rico con solo cuarenta años de edad.
La nitroglicerina se utiliza también como vasodilatador en algunas dolencias cardiacas, un efecto que William Murrell ya describió en 1879. El propio Alfred Nobel, al que le fue prescrita mes y medio antes de su muerte, el 10 de diciembre de 1896, escribió: “¡Es irónico que me hayan recetado nitroglicerina por vía interna! La llaman trinitrina, para no meter miedo a la gente”.
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